Actualmente, todos estamos inmersos en una gran batalla, entre la Luz y la Oscuridad. Humanamente, no podemos ganar, no tenemos las fuerzas… Pero la Virgen María nos da 3 armas invencibles…
La batalla continúa
Nadie puede negarlo hoy, las fuerzas de la oscuridad, la división y la muerte, parecen muy poderosas. Se inmiscuyen en las familias, en los grupos, en los países, en la Iglesia, e incluso el planeta parece amenazado. Estamos en medio de una gran batalla espiritual…
Intentamos luchar con nuestras fuerzas humanas, pero son inadecuadas: de hecho, ¡necesitamos absolutamente la ayuda del Cielo! Y es la madre del Salvador, la Virgen María, quien en sus apariciones ofreció a la humanidad las armas indispensables para el triunfo de la Luz…
El arma de la protección
María comienza dándonos un arma sencilla que es un poderoso medio de protección contra los enemigos del hombre: la Medalla Milagrosa.
Esta medalla fue entregada a Santa Catalina Labouré en 1830 para «proteger a todos los que la lleven con confianza». Su gran eficacia ha quedado demostrada a través de numerosos milagros, curaciones extraordinarias y conversiones inesperadas. En esta hermosa medalla, María está representada de pie sobre el globo del mundo, con su pie aplastando la cabeza de la serpiente, y sus manos abiertas, de las que brotan los rayos de las gracias con las que quiere colmarnos…
En los tiempos que vivimos, ¿quién podría decir que no necesita esta medalla, la presencia protectora de María?
El arma de la defensa
Nuestra Madre celestial nos da entonces los medios para defendernos. Contra los ataques, las tentaciones, el desánimo, contra la división y la guerra, su gran arma que nos ruega utilizar, en Fátima y en muchas otras apariciones, es la Oración del Rosario. Un Rosario tan sencillo y tan formidable que San Luis María Grignon de Montfort llamó «la honda», como la del pequeño David cuando venció al gigante Goliat.
La Virgen María aseguró a la Hermana Lucía de Fátima que no hay problema de ningún tipo, personal, familiar, nacional o incluso internacional, que no pueda ser resuelto totalmente por el Rosario.
El arma de la salvación
El momento en que más necesitaremos ayuda es en la hora de nuestra muerte. Por eso la Virgen María nos aconseja encarecidamente que llevemos el Escapulario. Se lo regaló en 1251 al monje carmelita San Simón Stock, prometiéndole que «los que mueran llevando el Escapulario no conocerán nunca las penas del infierno», ya que es un signo de salvación, protección y apoyo. Para mostrar la importancia del Escapulario, María se apareció con este precioso objeto en Pellevoisin y en Fátima.
¡Qué suerte tenemos de tener la seguridad de no ir al infierno al llevar esta santa protección que consigue nuestra salvación!